

María Reiche
La férrea voluntad humana, en su intento de desocultar la verdad que subyace en los enigmas del pasado ancestral, es un cometido que, no pocas veces, bordea lo utópico. María Reiche es un notable ejemplo de ello. A pesar de sus conmovedoras limitaciones tecnológicas (una escoba y una escalera), la arqueóloga y científica no claudica y, valiéndose de su intuición y de su inteligencia, redirige su atención hacia la inconmensurabilidad del cosmos, ámbito que estudiaría fervorosamente en su inquebrantable misión de descifrar la naturaleza arcana de las líneas de Nazca. La presumible configuración de la infinitud del universo en la finitud de las líneas revela una sublimidad estética que no solo se manifiesta en lo espacial, sino también en lo temporal. No en vano María había expresado que «el tiempo será poco para estudiar las maravillas que encierran las pampas; allí moriré».