
Amaru
El Amaru, la deidad habitante de la profundidad de los lagos, fue despertado de su largo sueño al recibir un par de lágrimas del dios Waitapallana ante la desolación que éste sentía debido a una gran sequía que cuarteó y desoló la tierra, marchitando incluso a la sagrada flor de Qantu. El Amaru asomó su cabeza entre las espumosas aguas, la tierra retumbó y la imponente figura de la serpiente alada con cabeza de llama y cola de pez eclipsó al sol. De sus alas se desprendió lluvia torrencial y de su cola cayó abundante granizo. La tierra volvió a germinar y a renacer. Hoy se dice que en las escamas del Amaru se han registrado los secretos de los componentes de la vida.