Ritual con hojas de coca
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El Señor de los cielos, Apu Kuntur, había caído sin vida en el patio central del Acllawasi en presencia del Dios Sol y de Lliw, la doncella preferida de éste. El «Hanan Pacha» y el «Kay Pacha» rompían su comunión ante su muerte. Frente al hecho, el Dios Sol canalizó su energía en Lliw para devolverle la vida. Se hizo un breve silencio precedido de un rezo. Haces de luz emanados del cuerpo de la doncella envolvieron a Apu Kuntur quien abandonó su sueño, recobró el sentido, extendió lentamente sus enormes alas y se elevó. En agradecimiento, dotó de alas a Lliw antes de perderse en el firmamento. Lliw, la Ñusta convertida en semidiosa alada, ahora podía surcar los cielos. Estaría más cerca del Dios Sol y Apu Kuntur protegería de ella.
Resurrección de Apu Kuntur Read More »
Palabra que proviene del quechua khipu y significa nudo; se trata de una herramienta que usaban los Incas, y otros pobladores del Perú antiguo, para guardar y transmitir información de tipo numérica, aunque algunos especialistas afirman que se podría tratar de un tipo de escritura. Sus colores y diferentes tamaños no solo guardan datos de tipo estadístico y demográfico, también recuerdos del pasado, orígenes de rituales, e incluso la narración de leyendas. Estos datos complejos solo podían ser codificados y decodificados por el quipucamayoc, funcionario del gobierno incaico designado para esta tarea.
La sabiduría de los incas quedó reflejada en numerosos monumentos arquitectónicos que han resistido el embate del tiempo, siendo uno de ellos la mítica Piedra de los Doce Angulos. Ensamblada con una peculiar forma poligonal en uno de los muros del palacio que perteneció a Inca Roca, esta majestuosa piedra no permite el mínimo espacio con las piedras colindantes. Su caprichosa forma y la técnica involucrada para su ejecución le han valido para erigirse con justicia como símbolo de la perfección arquitectónica y la precisión tecnológica del imperio incaico.
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“Ñusta” era el nombre quechua para las princesas en el Imperio inca. Las ñustas provenían de una casta sacerdotal, siendo desde muy niñas entregadas a los templos del Sol, donde desarrollaban su sabiduría en comunicación con la naturaleza y el cosmos. Llamadas también Vírgenes del Sol, las Ñustas siempre mantuvieron contacto con las deidades superiores, según la cosmovisión andina. Una de ellas, Lliw, recibió grandes alas de una de estas deidades, Apu Kuntur. Su característica alada la convirtió en la doncella preferida dentro del Acllahuasi.
Ni la furia de los mares le impidió llegar a su destino con su numerosa flota. Un enorme “Spondylus” emitió un sonido ronco, retumbante e imponente a su llegada. El respeto y el temor se mimetizaron. El Hombre Dios y futuro Señor del Reino Sicán había llegado.
La férrea voluntad humana, en su intento de desocultar la verdad que subyace en los enigmas del pasado ancestral, es un cometido que, no pocas veces, bordea lo utópico. María Reiche es un notable ejemplo de ello. A pesar de sus conmovedoras limitaciones tecnológicas (una escoba y una escalera), la arqueóloga y científica no claudica y, valiéndose de su intuición y de su inteligencia, redirige su atención hacia la inconmensurabilidad del cosmos, ámbito que estudiaría fervorosamente en su inquebrantable misión de descifrar la naturaleza arcana de las líneas de Nazca. La presumible configuración de la infinitud del universo en la finitud de las líneas revela una sublimidad estética que no solo se manifiesta en lo espacial, sino también en lo temporal. No en vano María había expresado que «el tiempo será poco para estudiar las maravillas que encierran las pampas; allí moriré».
Las espumosas aguas del lago Titicaca permitieron el nacimiento de Manco Cápac y Mama Ocllo, hijos predilectos del Inti o Dios Sol, quien les entregó un sagrado báculo de oro con el fin de emprender la búsqueda del lugar en el que la Pachamama (o Madre Tierra) permita el hundimiento de éste. Dicho hecho determinaría el lugar en donde habría de fundarse la capital del futuro imperio Inca, el Tahuantinsuyo.
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